CÚPULA

Santa Claus fue al Zócalo

La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México generó asombro con su presentación en la Plaza de la Constitución

CULTURA

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Crónica: Santa Claus fue al ZócaloCréditos: Gobierno de la Ciudad de México

Entre las noches taciturnas y nubladas de festividad regular, recuerdo haber vivido una de las más mágicas. El itinerario de época es recortado con respecto a los demás fines; salvo un evento que surja mientras camino sin rumbo por el Zócalo

Madero siempre tiene una alegría palpable, el vaivén de personajes que lo recorren, las series navideñas que cuelgan de tiendas departamentales anunciando las ventas decembrinas; y uno que otro transeúnte que presume su fiebre festiva portando un gorro rojo con un pompón blanco.

Sorpresivamente, los asistentes disfrutaban de la tranquilidad: ancianos, adultos y alguno que otro joven. Permanecían sentados esperando a que el violinista posara el arco en su instrumento, o que el pianista se viera tentado a romper la regla y balancear la mano entre las teclas. El mutismo era admirable, ni una sola alma se atrevía a dirigir ni un chasquido. 

De pronto, la luz surgió del escenario. El director de orquesta, Eduardo Álvarez, se apoyó en la batuta para dibujar en el aire. La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México comenzó la jugarreta sinfónica. 

El arco peinó el hilo sonoro, a su compás se le añadió el pianista que con suerte de guía fijó el camino para la balada de violines. El dictado de aquel director de cabellera blanca y vestimenta negruzca se convirtió en la primera pieza del popurrí navideño. 

Los asistentes continuaban en silencio, disfrutaban del villancico Noche de paz, y tal como lo dicta el propio nombre de la tonada, la serenidad pululaba. Era impresionante el sentir colectivo, que, aunque disperso, mantenía una nostalgia constante. 

La iluminación incandescente, proveniente de la Catedral Metropolitana y de Palacio Nacional, y los adornos de resplandor que colgaban de las alturas, lograban reflejarse en la mirada de cada espectador. Era como si las luces pudieran traerles de vuelta recuerdos de cada Navidad en familia; el poder de la percusión se extendía más allá de la estética en escena. 

A continuación, baladas de elección universal, explorando géneros como el jazz y el swing, rememorando las grandes voces de Frank Sinatra y Mariah Carey, con las que la audiencia poco a poco abandonó la timidez y se atrevió a acompañar con aplausos a los músicos. 

Tras este noble encuentro de ovaciones y el son de las trompetas, el director tomó el micrófono y se dirigió a los que permanecían sentados por todo el Zócalo. 

- ¿Saben qué es un trineo?, los deleitaremos con un gran viaje en uno-.

Con un comienzo de los timbales, el buqué se tornó en suspenso; el chelo comenzó la travesía, los platillos simulaban la mecánica del trineo. El tumulto mantenía la expectación y sin siquiera esperarlo, un grito de Santa Claus se escuchó al fondo. 

La excitación colectiva era tal, que, tras el espectáculo, ninguna otra canción pudo compararse con la exploración de extraños compartiendo una velada en común.

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