CÚPULA

La herencia de Tina

Una artista en apuros, un negocio que apenas está empezando y el comienzo de la carrera profesional de una mujer que rompió esquemas capturando momentos

CULTURA

·

En las calles de Oaxaca descubrió que se pueden capturar momentos,

emociones, sentimientos y hasta sueños. Aprendió que mientras unos toman

fotos, otros hacen arte, y que una imagen puede ser eterna si sabes atrapar el

alma con tu lente. Era un día como cualquier otro en el estudio, Manuel

interrumpió después del flash la sesión fotográfica.

—Termina tú. Ya llegó Tina, la fotógrafa que nos va a vender la cámara—le

dijo a su mujer, quien también era su asistente.

—A mí también me gustaría comprarle una cámara—dijo su esposa

emocionada.

—¿Para qué? Con una tenemos—respondió Manuel.

—No sé, quisiera tener la mía. Así como los adolescentes quieren su propia

recámara, yo quiero mi propia cámara.

—Tú ya no estás en la adolescencia. ¿Por qué no te quedas con

esa? — le dijo señalando la cámara que su mujer tenía entre sus manos.

—Este aparato ya no tiene mucho que dar—dijo Lola en voz baja para que el

cliente no la escuchara.

—Bueno, veamos las cámaras de Tina. El estudio apenas va

arrancando y no nos queremos descapitalizar. Lola terminó de hacer la

sesión y se unió a Tina y a Manuel. Tina, quien era una apasionada fotógrafa

italiana, les describía con detalle cada aspecto de las cámaras que les estaba

vendiendo. Lola se sintió flechada por una cámara réflex, la tomó entre sus

manos para analizarla con una minuciosidad que incluso llamó la atención de

Tina.

 

—¿Te gustó la réflex? — le preguntó a Lola.

—Mucho. ¿Quién podría adivinar lo que se puede hacer con esta

especie de cajita? Solamente que no sé si nos alcanza para las dos

cámaras que nos gustaron—contestó.

Después miró a su esposo buscando una respuesta.

—Me la puedes ir pagando, no pasa nada. Me encantaría que tú te

la quedaras. Presiento que le darás el mejor uso.

—Eso seguro, al primer lugar al que la llevaré será a Monte Albán o

al Exconvento de Santo Domingo.

—Pero tú necesitas el dinero, Tina, estás pasando por un bache.

Tina Modotti sonrió y le dio un trago al café oaxaqueño que

había preparado Lola aquella mañana.

—¡Qué rico está el café y mira que a los italianos no se nos

conquista fácilmente! Manuel, no te preocupes, me las vas

pagando, así me administro mejor, de verdad quiero que ustedes

se queden con estas cámaras, sé que romperán con ese molde

costumbrista dentro de la fotografía e intentarán hacer algo

diferente, dejando atrás ese estilo tan arraigado en México.

Aquel día Tina Modotti le vendió una cámara réflex a Lola Álvarez

Bravo y, sin saberlo, fue la propulsora de la carrera profesional de

una de las más grandes fotógrafas mexicanas.

PAL