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La historia detrás de la fauna encontrada en el Templo Mayor

Con autorización de El Colegio Nacional, ofrecemos un adelanto de Los animales y el recinto sagrado de Tenochtitlan, coordinado por Leonardo López Luján y Eduardo Matos Moctezuma

CULTURA

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Entre los múltiples animales que eran sacrificados sobresale el lobo mexicanoCréditos: cortesía PTM

En más de cuatro décadas de excavaciones arqueológicas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, el Proyecto Templo Mayor (PTM) del INAH ha descubierto 206 depósitos rituales mexicas. En ellos se han recuperado e identificado los vestigios de especies faunísticas que son totalmente diferentes a las que suelen aparecer en los asentamientos rurales contemporáneos de la Cuenca de México. Como es sabido, en las aldeas campesinas vecinas de los siglos XIV, XV y XVI se encuentran normalmente restos de animales silvestres que eran capturados por las sociedades de esta región para servirse de ellos como alimento o como materia prima en la elaboración de instrumentos de trabajo y ornamentos. Entre dichos animales sobresalen los patos, los conejos, las ranas, los venados, las tortugas y, en muchas menores cantidades, los armadillos, las codornices, los peces y los moluscos de agua dulce. Obviamente, también están presentes en dichos contextos arqueológicos animales domésticos como los perros y los guajolotes. 

En franco contraste, son mucho más variados los vestigios de animales hallados en los asentamientos urbanos de aquellos tiempos, más aún cuando se exploran sus palacios y centros ceremoniales. Esto es particularmente evidente en el recinto sagrado de la antigua Tenochtitlan, cuyos depósitos rituales se distinguen por una inusitada riqueza y diversidad biológica. Hasta la fecha se han identificado más de medio millar de especies animales correspondientes a seis filos diferentes: las esponjas, los cnidarios, los equinodermos, los artrópodos, los moluscos y los cordados. Estos últimos están representados por las clases de los peces cartilaginosos, los peces óseos, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos.

Una segunda diferencia con los asentamientos rurales tiene que ver con la preeminencia en el corazón de la capital mexica de organismos endémicos de regiones muy lejanas a la Cuenca de México. Eran importados de prácticamente todos los confines del imperio e incluso más allá, de ecosistemas tan contrastantes como las selvas tropicales, las zonas templadas, las regiones semiáridas y áridas, las lagunas costeras, los esteros, los manglares y los ambientes oceánicos. Por lo general, no se trata de animales comestibles, sino de aquellos a los que se atribuían en tiempos prehispánicos profundos valores cosmológicos y divinos. Por ejemplo, en el caso de los peces, predominaban las especies tóxicas y aquellas con raras particularidades anatómicas como dientes agudos, cuerpos extraños, colores vistosos o fuertes espinas dérmicas. Por tal razón, sus restos, más que hablarnos de la dieta o de las actividades artesanales del habitante citadino promedio, nos informan cuáles eran los usos simbólicos que los miembros de las élites les daban a estas extrañas creaturas.

El descubrimiento de restos faunísticos en la megalópolis insular de Tenochtitlan-Tlatelolco no se limita a las exploraciones del PTM entre 1978 y 2022, sino que se remonta en el tiempo hasta finales del siglo XVIII. Ya como resultado de nuestras propias investigaciones, en los últimos años se han publicado estudios relativos a aspectos biológicos, ecológicos y tafonómicos de los animales ofrendados. Destacan la identificación taxonómica, el número mínimo de individuos (nmi), la talla, el sexo, la edad, las patologías, el hábitat, la distribución geográfica, el tamaño de las poblaciones y la transformación de los organismos en los contextos de enterramiento.

Igualmente abundantes han sido las obras referentes a aspectos culturales, tales como las preferencias por ciertas especies; los lugares, las formas y las épocas de obtención de la fauna viva o muerta; los mecanismos de circulación (transporte e intercambio); el cautiverio en Tenochtitlan; las técnicas de sacrificio y de modificación ulterior de los cadáveres; los usos y los significados de cada grupo zoológico; las taxonomías indígenas; la elaboración de cosmogramas dentro de los receptáculos de ofrenda, y la persistencia o transformación de todas estas conductas a lo largo del tiempo.

Inclusive, existen importantes análisis acerca de la conservación y la restauración de los vestigios arqueozoológicos exhumados por el proyecto, los restos animales recuperados en los niveles de la excavación pertenecientes al periodo colonial de la Ciudad de México y la sala alusiva a la fauna y la flora en el Museo del Templo Mayor (MTM), la cual fue creada en 1987 por un equipo coordinado por Óscar J. Polaco y remodelada y puesta al día en 2013 gracias a la iniciativa de Adrián Velázquez Castro, Aurora Montúfar López y Norma Valentín Maldonado.

La arqueóloga Ximena Chávez ante los restos de un espécimen rescatado Foto: cortesía PTM

Todos estos avances, que consideramos revolucionarios, nos motivaron a organizar un par de reuniones académicas. La primera de ellas fue el simposio “Animals and the Sacred Precinct of Tenochtitlan: Biology, Archaeology, History, and Conservation”, coordinado por Ximena Chávez Balderas y Leonardo López Luján. Tuvo lugar en Vancouver, en el contexto de la 82.ª Reunión Anual de la Society for American Archaeology, el 31 de marzo de 2017. Allí se presentaron 16 ponencias preparadas por 32 investigadores de México y Estados Unidos.

Al año siguiente, del 7 al 9 de noviembre de 2018, se realizó en la Ciudad de México el Coloquio Internacional “Los animales y el recinto sagrado de Tenochtitlan: biología, arqueología, historia y conservación”. Fue organizado por Leonardo López Luján y Eduardo Matos Moctezuma en la sede de El Colegio Nacional, donde se dieron a conocer 31 ponencias originales.

Sus 46 autores, de México, Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia e Inglaterra, son especialistas de una muy variada gama de disciplinas científicas, a saber: la biología en general, la biología animal, la biología evolutiva, la biología sistemática, la biología marina, las ciencias del mar y la limnología, la biología computacional, la bioinformática, la ecología, la geología, la arqueología, la antropología, la antropología física, la restauración de bienes muebles, la conservación de bienes inmuebles, la historia, la historia del arte y la ciencia de las religiones. El libro que el lector tiene en sus manos es producto de ambas reuniones y de décadas de fructíferos esfuerzos colectivos. Consta de 34 contribuciones divididas en ocho ejes temáticos generales: Antecedentes, Captura y cautiverio de animales, Sacrificio y procesamiento ritual de fauna, Ofrendas de alimentos e ingestión ritual de animales, El mundo acuático en las ofrendas mexicas, Conservación y restauración, Instrumentos e insignias rituales y Religión y arte. Para mí es un gran placer dar a conocer esta nueva obra que materializa la dedicación y el entusiasmo de nuestra comunidad. Doy las gracias a mi maestro Eduardo Matos Moctezuma por haber apoyado este proyecto desde sus inicios, a Davíd Carrasco y al Moses Mesoamerican Archive and Research Project de la Universidad de Harvard por haber contribuido a su publicación y a Rocío Echevarría por su cuidadosa labor editorial.

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