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Enrique Krauze: estoy acostumbrado al conflicto con el poder

El biógrafo e historiador charla con El Heraldo de México a propósito de la aparición de su biografía intelectual Spinoza en el Parque México

CULTURA

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Enrique Krauze dice tener en la libertad el más alto valorCréditos: Especial

En cierto momento, cuando Octavio Paz “estaba recibiendo una andanada de críticas por parte de la izquierda más dogmática”, dio una lección al joven Krauze (Ciudad de México, 1947): ‘Mire Enrique en una situación así yo le recomiendo tres cosas: obra, obra y obra’. Ese autor en ciernes es ahora blanco preferido de la crítica desde el poder: “Con ese ejemplo, crees que me puedo dar el lujo de sentirme afectado con lo que me dice el poder, de ninguna manera”, afirma.

Enrique Krauze dice tener en la libertad el más alto valor: “En un sentido, la libertad me la transmitieron mis abuelos. Mi abuelo me decía: ‘mira yo vine de Polonia a México y lo primero que sentí es la libertad y aunque pudiera no comer más que dos veces al día, lo que yo buscaba era la libertad, libertad para creer, para no creer, para pensar, para decir, para caminar, para respirar, para transitar’”. En entrevista con El Heraldo de México habla de su nuevo libro "Spinoza en el Parque México" (tusquets, 2022), que define como su biografía intelectual, de su formación profesional y de la confrontación en la que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le mantiene.  

-¿Cómo se enfrenta, como biógrafo, a la escritura de su propia biografía?

Yo nunca me interesé en escribir mi autobiografía, siempre he estado interesado en la vida de los otros y hay tantos personajes mexicanos, latinoamericanos que cautivan, de vidas interesantísimas y tan pocos biógrafos en nuestra tradición, que no me alcanzan siete vidas. Pero llegó a mi vida mi amigo José María Lasalle, me propuso escribir mi biografía y le dije: ‘bueno, si quieres hazlo, pero bajo tu propio riesgo’. Le dije: ‘lo que sí podemos hacer es conversar’, como había conversado con mi abuelo, con Cosío Villegas, con Gómez Morín, con muchos otros personajes de la historia mexicana de los cuales escribí biografías y ensayos y entonces me puso el teléfono celular, como yo hace décadas ponía la gran grabadora de cassette, y empezamos a hablar de una manera tan cordial, tan agradable, tan natural y fue fluyendo y me dí cuenta que tenía dentro muchas cosas que decir y recordar; y él con su gran generosidad me fue llevando a eso en esas primeras conversaciones y así fue como se fue hilvanando a lo largo de los años este libro. Uno a veces no sabe que tiene pendiente o larvado un libro, pero lo va descubriendo, el libro va cobrando voz, llamándolo a uno y diciendo: ‘te pido que me escribas’.

-¿Cómo definiría Spinoza en el Parque México?

Es sobre todo una autobiografía intelectual, hay muy poco de la alcoba, muy poco del comedor, muy poco de la cocina, sobre todo está la biblioteca, pero claro están ahí los amores más importantes, están ahí el amor a los libros, a los hijos, a la pareja, el amor a los padres, a los abuelos, zonas de la intimidad mía salen, apuntan levemente por algunos momentos en el libro, sobre todo al principio.
Pero por su naturaleza misma no habló de las zonas íntimas o más personales, por ejemplo yo he tenido la fortuna de tener en mi vida amigos extraordinarios, pero no aparecen en el libro porque su influencia sobre mi vida, mencionó por ejemplo a Alberto Arelle, Fernando Reyes, Francisco Szekely, podría decir una lista larguísima de amigos entrañables que fueron y siguen siendo centrales, pero no tienen que ver con mi vida de los libros. Es más una autobiografía intelectual que una autobiografía total o integral.

-¿En qué momento el concepto de la libertad entra en la conciencia del joven Enrique Krauze?

Yo creo que en un sentido, la libertad me lo transmitieron mis abuelos. Mi abuelo me decía, mira yo vine de Polonia a México y lo primero que sentí es la libertad y aunque no pudiera comer más que dos veces al día, lo que yo buscaba era la libertad, libertad para creer, para no creer, para pensar, para decir, para caminar, para respirar, para transitar, venía de un mundo opresivo, de haberse quedado en ese mundo opresivo no estaría hablando, habría muerto mi abuelo y mis padres, y yo no hubiera nacido.

Ser judío en la Europa del este y central, de la Europa toda, en la época de entreguerras, era la certeza de la muerte, mi abuelo lo intuía y entonces vino a México porque vio un anuncio de que en la época de Calles se abrian las puerta a la inmigración judía y fue una ventana que aprovecharon algunas decenas de miles de personas, quizas menos, entre ellos mis abuelos, todos agradecieron la libertad, ese es el primer elemento.
El segundo elemento es la prédica sobre Spinoza, el fundador del liberalismo en occidente, esto lo ha postulado el historiador Jonhatan Israel, y yo creo que es un hecho admitido en la historia de la filosofía, que el fundador original del liberalismo entendido como la defensa a ultranza de la libertad de pensamiento, expresión y creencia, la idea de la tolerancia entre quienes piensan distinto, entre quienes creen distinto está en la obra y en la vida ejemplar de Spionoza, para mi ese fue un segundo elemento muy central.

Y agreguemos a eso la cercanía de Cosío Villegas, el gran liberal mexicano del siglo XIX, cómo él y su obra me acercó a los liberales del XIX, agreguemos también el Movimiento estudiantil del 68, en el que participé y que yo interpreté como un movimiento de libertad ante un gobierno autoritario; agrego la cercanía a la obra, la frecuentación, la influencia de Octavio Paz, que habiendo sido socialista nunca dejó de creer en la libertad como el valor cardinal de la vida y creyó siempre en la compatibilidad posible del socialismo y el liberalismo; y agreguemos todas las lecturas que se pueden encontrar en el libro: Orwell, Hannah Arendt, Isaiah Berlin, todo eso fue formando en mí una conciencia liberal. Este libro en cierta forma puede considerarse la formación de una conciencia liberal.

-Biógrafo, historiador, ensayista, ¿cómo enfrenta su relación con la crítica, con la opinión pública?

Yo estoy, como liberal, muy satisfecho de lo que las distintas generaciones de lectores que me tocaron a lo largo de la vida han dicho o escrito tanto de manera elogiosa como crítica, siempre he respetado la crítica cuando es de buena fe, cuando es de mala fe me ha lastimado realmente poco, pero la crítica hecha sustentable, de buena fe, no cabe la menor duda que la he agradecido mucho, me han tocado muchas generaciones de lectores.
Cuando era muy joven lo que yo quería era que me leyeran mis mayores, que me leyera Cosío Villegas y me leyó; que me leyera Gómez Morín, que me leyó; que me leyera Octavio Paz, que me leyera Vargas Llosa, Gabriel Zaid, que es una figura central en mi vida, que me leyeran, pero también el público y el público reaccionó a esos primeros libros bastante bien.
El libro termina en 1983 cuando yo no había escrito más que algún ensayo político contra López Portillo y algunos otros artículos en los años 60 y 70, pero ya había escrito mis libros de historia, de manera que puedo decir que fui un joven autor que pudo encontrar un nicho biográfico sobre personajes del siglo XX, intelectuales, constructores, que encontró un eco en el público, digamos  que las polémicas más duras y difíciles vinieron años después, pero en mi libro recojo polémicas memorables de Octavio Paz y de Gabriel Zaid, yo era un escudero nada más, con la izquierda y con el gobierno mexicano, con la izquierda más dogmática, fueron grandes batallas.

Y luego el público también reaccionó muy bien cuando me tocó cubrir las dictaduras del cono sur, en el libro está la historia de la cobertura que les dí, físicamente fui a Chile en tiempos de Pinochet, a Argentina en tiempos de Videla, y escribí sobre eso, y prohibieron la revista a raíz de esos textos y eso me da mucho orgullo, o sea que han sido bien recibidos, con crítica, con aplauso, pero es lo natural.

-¿Cómo recibe la crítica del momento actual, muy apuntalado desde el gobierno, desde la presidencia?

Estoy muy acostumbrado a ese tipo de reacción del poder, porque me pasó, desde “Por una democracia sin adjetivos”, desde antes cuando escribí “El timón y la tormenta”, que recibí sugerencias de parte de la Secretaría de Gobernación de irme de México, luego con la “Democracia sin adjetivos” mandaron varios escritores oficiosos y oficiales a atacarme y recuerdo muy bien cuando mi maestro Daniel Cosío Villegas me contó una tarde en la que llegué a verlo y me enseñó un librito, un libelo inmundo, llamado “Danny, el discípulo del Tío Sam”, 50 mil libritos hediondos, financiados por la Secretaría de Gobernación, sin autor, evidentemente bendecidos por Echeverría para desprestigiar a Cosío Villegas, 50 mil, en esa época era algo serio, inundando los puestos de periódicos y librerías. Don Daniel a los 75 años, tenía mi edad, me dijo: ‘creo que me tengo que ir de México’. El editor del Washington Post me dijo ‘It’ s the government job’, es un trabajito del gobierno, no le dije nada, pero una semana después me dijo: ‘no, no me voy, creo que tomó unas vacaciones’, y escribió que se iba a ir, regresó y escribió “El estilo personal de gobernar”, un librito que vendió 100 mil ejemplar de crítica a Echeverría.

Con ese ejemplo crees que me puedo dar el lujo de sentirme afectado con lo que me dice el poder, de ninguna manera, hoy mi escritorio crítico debe de tener la fortaleza interna para que escudado únicamente en su obra, en su propia historia y pueda sacar el vigor para responder. Responder ¿cómo?, respondo con una frase de Octavio Paz cuando estaba recibiendo una andanada de críticas por parte de la izquierda dogmática y me dijo: ‘mire Enrique yo le recomiendo tres cosas: obra, obra y obra’.

-¿Sucumbe ante la posibilidad de escribir la biografía total, íntima?

La biografía íntima no, no, esa como biografía no, lo mejor de mi biografía íntima son mis hijos, son mi mayor orgullos y ahí están, y mis nietos, y el amor que he tenido en la vida y eso no siento que sea para escribir, Vasconcelos si lo hizo, yo no tengo una vida tormentosa como tuvo él, ni me puedo comparar, en todo caso me gustaría escribir el proyecto que tengo pendiente de la biografía de Vasconcelos, pero también compite con ese proyecto escribir la segunda parte, ¿qué pasó después de que escribí “Por una democracia sin adjetivos”, que es esa propuesta democratico liberal para México que retoma la idea de Madero y de Vasconcelos, y de Cosío Villegas, que lo hago en 1983, lo publicó en 84, ahí termina mi libro, ¿qué pasó en estos siguientes 40 años?

Lo cierto es que no lo he decidido aún, creo que ya no sería bajo la fórmula de la conversación, quizá sería un libro ya en primera persona, porque sí, he tenido muchas experiencias mexicanas, latinoamericanas, europeas. He tenido suerte, por ejemplo, medio cabalísticas, estuve en la caída del Muro de Berlín, estuve en Checoslovaquia y en Polonia en ese momento, estuve y vi con mis propios ojos la caída de las Torres Gemelas, es como si los hados decidieran que me iban a poner en algunos escenarios históricos que son relevantes y me daban experiencia y podía escribir.

PAL