CÚPULA

Una vida sobre el escenario

La Compañía Nacional de Teatro celebró 50 años de trayectoria, en el Palacio de Bellas Artes

CULTURA

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La gala inició en el vestíbulo, con la Instalación de la memoria, que exhibió 17 piezas de teatro inmersivo.Créditos: Foto: Especial

Se escuchan los agradecimientos de una mujer en la puerta principal de un palacio blanco. No hay organización, sólo alboroto. “¡Dejen ver! Parece que no han venido al teatro”. Dos mujeres se enfrentan. Los asistentes, entre risas y rostros de sorpresa y angustia, empiezan a grabar. El conflicto efímero se tranquiliza cuando llega un par de raperos y los extrovertidos, esos que suelen documentar todo para sus redes sociales, forman un círculo. Dos artes conviven: uno es espectador del otro. Ellos, con sus celulares en mano, se les acercan a los músicos urbanos para pedirles una actuación especial (porque el teatro siempre está presente).

Los organizadores hacen una hilera. Entran los extrovertidos. Dentro del palacio se encuentran unas escaleras que conmemoran la historia: los mejores artistas del país las han pisado. En cada esquina hay diferentes círculos y en ellos tres actores que interpretan una escena. A lo largo y ancho del Palacio de Bellas Artes, el medio siglo de la historia de la Compañía Nacional de Teatro se fragmenta en representaciones dramáticas a cargo de su elenco estable

6:30 p. m. En la Sala principal hay abrazos y sonrisas de toda una vida. Encuentros por doquier. Asientos numerados. En primera instancia, un escenario con cuatro pantallas que apenas se alcanzan a ver. Siguen los encuentros y se escucha el primer timbre. Una familia se toma una selfie. Se escucha el segundo timbre.  Miradas atentas y risas silenciadas

Las cuatro pantallas presentan un metraje conmemorando los 50 años de la compañía que nació por una serie de obras teatrales —las llaman Jornadas Alarconianas— y por Héctor Azar, José Solé, Luis Gimeno y Mercedes Pascual, que son recordados con vehemencia. “¡Bravo!”. “¡Wuuu!”. Entran Alejandra Frausto Guerrero y Aurora Cano. Una es secretaria de Cultura del Gobierno de México y otra directora (siendo la primera) de la Compañía. 

Sobre el escenario se presentan 17 obras: bailes, monólogos, tragedias, sexo y violencia… Hay nombres arriba del escenario: Juan Ruiz de Alarcón y Luis de Tavira. También hay años, más son apuntes que se olvidan. Oscuridad. De pronto, una luz ilumina toda la sala. Empiezan los galardones y los dramaturgos de la vieja escuela son recibidos con cariño y los de la nueva escuela con calidez.

Siguen los discursos. Fotografías de todas las dramaturgas mexicanas. Lágrimas de emoción. Años de lucha y resistencia se sienten en el lugar. Destacan Sor Juana Inés de la Cruz y Elena Garro. A diferencia de las demás artistas, ellas duran cinco minutos en pantalla con su mirada melancólica y pasiva, ocultando sus demonios internos. 

No hay imágenes, pero sí hay nombres: Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero, Salvador Novo, Óscar Liera, Sergio Magaña… todos dramaturgos mexicanos. Gritos emotivos. Su legado persiste.

Bandas sonoras y un emotivo mensaje por parte de Cano: “No se sabe bien por qué lo hacemos, pero está claro que la capacidad de imaginar es el centro mismo de la naturaleza humana. La primera es que en el teatro no sólo imaginamos, sino que imaginamos de manera colectiva, es decir, imaginamos en compañía”. 

Es lo que se vive esta noche: una imaginación que nace como una individualidad para ser compartida. Esta noche Las meninas de Velázquez se presentan: los espectadores pueden ser parte de la obra: mirándose en el escenario y el escenario observando a cada uno de ellos (porque el teatro siempre está presente).

Se crean dos filas. Los extrovertidos sacan sus celulares para tomar fotografías y subirlas a Instagram. Otros informan en sus perfiles de Facebook dónde se encuentran. Al final, y son minoría, están quienes hacen todo lo anterior, pero para Twitter.

Una gran torre azul marca la hora: 10:30 p. m. Frío y una noche de cambio de horario. Los extrovertidos se prestan sus sacos. Entre besos en la mejilla y apretones de manos, ellos recuerdan: son extrovertidos en un entorno introvertido, que requiere del silencio, del comportamiento y un gran ojo para observar cada detalle (porque el teatro siempre está presente).

MBL