CÚPULA

María de todos los santos

Desde la muerte, la protagonista de este relato conserva su talante retador y provocador

CULTURA

·
DIVA. Ofrenda de Día de Muertos dedicada a María Félix, Centro de Iztapalapa, Ciudad de MéxicoCréditos: Ivelitas. Creative Commons. Wikimedia Commons

“Para la que se murió el mismo día que nació”

A mí los hombres me han servido para dos cosas: para dar dinero y para dar placer. Y tú, ni lo uno, ni lo otro. Lo único que has sabido dar es lástima, y de esa ya hay mucha en este mundo. Siempre fuiste un avaro y hasta para esto escogiste algo común. Los hombres como tú deberían estar prohibidos, porque ser un ordinario ha de ser lo peor de este mundo. ¿No te da vergüenza cuando me miras? Debo ser como un espejo en donde se reflejan todas tus carencias, porque yo no soy culpable de ser quien soy, simplemente existo. Me hubiera gustado ser fea como las demás, ser una tonta agachona o una crédula cualquiera, pero no, la misma vida se encandiló conmigo y mira lo que me hizo: la mujer más bella de este chiquero, más viva que cualquier politiquillo sindicalero e incrédula hasta cuando rezo. Por eso te digo lo que te digo, porque tampoco he sido muda, tengo boca y la sé utilizar; de ella no salen más que besos para el que me conviene o gritos para el que se me pegue la gana. La abro cuando quiero y la cierro cuando digo hasta aquí. Y tú, hasta aquí llegaste, ni tus flores coloradas, ni tus poemas rimosos, ni tus cancioncitas melosas que ya las canta cualquier merolico van a convencerme. Para tenerme hace falta mucho más que amor, ese se consigue en cualquier esquina y yo lo último que tengo es vocación de mujer del pueblo. Si a mí no me concibieron los ángeles fue porque no dejé que me tocaran con sus manitas puercas, a mí me hizo mi madre en un día de tantos que se quiso dar el lujo de parir una reina. Ese día me hizo a mí, la única entre las únicas, la irrepetible, a la que le pusieron nombre de virgen y el corazón de un macho. Lo imperdonable fue no haberme dado un reino, porque lo único que me heredó fue un par de ojos hermosos que nunca miran para abajo y hoy no me sirven más que para ver el suelo, porque después de esto ya no hay más abajo, ni tampoco a quien mirar. Mejor vete, déjame en paz, si es que aquí se puede estar en paz, con tanto grito y tanta chilladera. ¡Pues no que muy valientes! Porque no les dices que se callen, que cuando yo hablo todos me escuchan, así fue, así es y así será. Tanto estuviste friegue y friegue con que me querías y ahora que ya estoy aquí te arrinconas como apestado. Ándale pues, ven, siéntate donde puedas, tráete un trago para que te pongas suavecito, que no vine aquí para sufrir, eso es lo único que no me he permitido y aquí no va a ser la primera vez. Te quiero confesar algo, y te lo cuento porque en el fondo tú y yo nos entendemos bien, a los dos nos cortaron con la misma tijera, a mí me gusta tu fama de cabrón y a ti te gusta mi pinta de guerrera, porque esto soy yo, una guerrera que libra mil batallas, aunque esta de la vida me la ganaste tú. Sí, estoy muerta, pero te advierto que nomás se me murió el cuerpo, el espíritu sigue y seguirá dando guerra, aquí mismo, en el infierno, sentada frente a ti, mirando que resultaste como todos, serás muy el diablo o lo que quieras, pero te gana lo macho, no pudiste con lo que se te remueve ahí dentro, ahora resulta que también me quieres, pinche diablo enamorado, si te vieran allá arriba, ya te hubieran hecho santo.

PAL