UNO DE LOS GRANDES DEL SIGLO XX

Robert Capa, fotógrafo de la barbarie de la guerra

Es uno de los exponentes más grandes del fotoperiodismo de guerra

CULTURA

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Fue cronista visual de la violencia humanaCréditos: Especial

“Estoy usando un nuevo nombre en el trabajo. Ahora me hago llamar Robert Capa. Y casi se puede decir que he vuelto a nacer, pero esta vez sin causar dolor a nadie”. Esta decisión marcó la vida del más importante fotógrafo de guerra del siglo XX. Robert Capa nació como André Friedmann en Budapest, Hungría, el 22 de octubre de 1913. A los 18 años se exilió a causa de haber participado en protestas estudiantiles..

Se llevó como herencia a París lo aprendido con Eva Besnyo en la cámara Kodak Browie, con la que la fotógrafa húngaro-holandesa comenzaría su propia carrera. Rocomendado por David Seymor, con quien se reencontraría de nuevo después de la Segunda guerra mundial, incursionó como fotógrafo en la revista Regards, para la que retrató a un Trotsky, vehemente,
en su paso como exiliado por Copenhage.

En París se enamoró de la fotógrafa Gerda Taro, quien, tan intrépida como él, lo acompañó en 1936 a la guerra civil española. Ambos toman fotos en los principales frentes de batalla. Se comparten el nombre Robert Capa según las ciucunstancias. En ocasiones a él le convenía ser un fotógrafo estadounindense adinerado, a veces ella firmaba Capa para no peligrar por su origen judío donde el anisemitismo se precipitaba.

Llamada por su habilidad para desplazarse en los frentes de batalla “El pequeño zorro rojo”, Gerda muere, a los 27 años, bajo el bombardeo franquista. Capa mitiga su dolor arriegándose más y tomando fotografías de la barbarie. 

“Muerte de un miliciano” es la fotografía de Robert Capa más célebre tomada en combate. Es tan impactante que aún se debate su verosimilitud. Federico Borrell García tenía 24 años al morir en las faldas del Cerro Mariano, en el frente de Córdoba. Capa contaba con 22.

Sus imágenes le dieron la vuelta al mundo. 

El 6 de junio de 1944, en el Día D,  las tropas aliadas desembarcaron en Normadía. Capa fue el único fotógrafo que llegó en la primera oleada del desembarco. De casi 200 fotos que tomó solo sobrevivieron las llamadas Once magníficas. Así lo narró Capa:

“La siguiente bomba de mortero cayó entre el alambre de púas y el mar, y cada pedazo de metralla encontró el cuerpo de un hombre. El sacerdote irlandés y el médico judío fueron los primeros en llegar a la playa 'Easy Red'. Tomé la foto. La siguiente explosión fue todavía más cerca. No me atreví a apartar los ojos del mirador de mi Contax y disparé frenéticamente toma tras toma”.

Deja testimonio de la Liberación de Francia. Life publica el 4 de septiembre de 1944 “La colaboracionista de Chartres”, donde una residente es escarnecida por los habitantes de la ciudad por haber tenido el hijo de un nazi. Los elogios a su trabajo se desgranan: “El mejor fotografo de guerra”; “Capa, el fotógrafo que marcó el pulso de la historia visual del siglo XX”.

Deja testimonio de la liberación de París y el 27 de abril de 1947, con Henri Cartier-Bresson y David Seymour, quien años antes lo recomendó a su primer empleo, funda la egencia fotográfica Magnum, una cooperativa en la que cada socio aportó 400 dólares y que cambió la historia del fotoperiodismo al ser los fotógrafos los dueños de sus propios derechos autorales.

La revista Life le pide retratar en 1954 la Guerra de Indochina. Toma fotos icónicas. El 25 de mayo de ese año, el último de la guerra de liberación anticolonialista, Capa se adelantó a la primera línea de un regimiento francés para reconocer el terreno y pisó una mina que lo hirió de muerte. El legado de Robert Capa son 70 mil negativos que denuncian las atrocidades de la guerra.
 
“Todavía era demasiado temprano y el día estaba demasiado gris para tomar buenas fotos. Pero el agua grisácea y el cielo cubierto hicieron que la imagen de los hombrecitos, esquivando balas refugiados en el entramado anti-invasión diseñado por Hitler, fuera bastante fotogénica. Terminé de tomar algunas fotos y el mar me había calado los pantalones. A regañadientes, traté de alejarme del obstáculo de acero que me protegía, pero las balas enemigas no me lo permitían. Cincuenta metros delante de mí, uno de nuestros tanques anfibios medio quemados salió del agua y me ofreció un nuevo sitio seguro donde protegerme. Evalué la situación. Alcancé el tanque entre cuerpos flotantes, tomé algunas fotos más y reuní las agallas suficientes para encaminarme a la playa”.

Miguel Ángel Pineda. Escribe ensayo. Autor del libro “Temas de teatro.

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