Durante dos años, entre 1947 y 1949, Luis Echeverría vivió en Guanajuato. Ese antecedente sirvió para que hiciera caso a la sugerencia de su jefe del Departamento de Turismo, Agustín Olachea Borbón, quien sugirió la creación del Festival Internacional Cervantino (FIC).
“El presidente Luis Echeverría tuvo un interés particular en apoyar la iniciativa para confirmar la vocación artística y cervantina de una ciudad donde él había vivido”, recordó el investigador Luis Miguel Rionda durante la presentación del libro “Festival Internacional Cervantino. 50 años”, que celebra medio siglo del encuentro artístico más importante del país.
Una vez con el apoyo, agregó, “El nuevo festival cultural arraigó en el gusto y el imaginario popular, y terminó convirtiéndose en uno de los recursos más importantes para darle viabilidad y progreso a una ciudad que perdió su vocación minera, y abrazó nuevas disposiciones hacia las artes y la cultura, que acarrearon como subproducto el florecimiento de la nueva industria del turismo”.
El volumen, entregado de manera gratuita y disponible para su descarga electrónica, reúne las voces de protagonistas del encuentro en diferentes épocas como la de los exdirectores Sergio Vela (1992-2000), Ramiro Osorio Fonseca (2002-2005) y Marcela Diez-Martínez Franco (2017-2018) o de Carmen Beatriz López Portillo Romano, quien recuerda a su madre Carmen Romano, esposa de José López Portillo e impulsora del encuentro.
Otro suceso más fortaleció la vocación cultural de la ciudad cervantina, agregó Rionda, a partir de la década de los 40, “un grupo de profesionistas aficionados a la literatura y las artes” pertenecientes al Colegio del Estado, comenzaron a reunirse en tertulias intelectuales y artísticas en el “estudio del callejón del Venado”. El grupo acabó por establecer en 1949 el Centro Guanajuatense de Teatro.
“En 1944 el Colegio del Estado se transforma en Universidad de Guanajuato, cobrando una nueva dimensión educativa y cultural. En 1952 se establecieron las escuelas de Arte Dramático y de Filosofía y Letras. En ambas colaboraron profesores españoles transterrados y de la Casa de España en México. Otro suceso fue la creación de la Orquesta Sinfónica de la universidad, con integrantes tomados de la Banda del Estado y de otros orígenes”, dijo.
En la década de los 50, Enrique Ruelas concibe, en un formato teatral de calle, la “Presentación de los célebres tres entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, su mundo imaginario y la realidad de su mundo”.
“El montaje de los Entremeses Cervantinos significó un parteaguas en la historia cultural de la maltrecha ciudad de Guanajuato. La fuerza de la versión pergeñada por los letrados de Guanajuato llamó la atención nacional, para convertirse en un atractivo que se potenciaba con el escenario callejero de la centenaria y deteriorada plazuela de San Roque. El montaje se convirtió en aventura colectiva, que congregaba e involucraba a vecinos, universitarios, curiosos y turistas”, dijo.
El libro reúne también infinidad de imágenes de las diferentes presentaciones en los distintos escenarios del festival y recopila los carteles que han dado identidad al encuentro año con año. “En este libro hacemos también un homenaje al diseño gráfico, a todas esas personas que han diseñado un cartel, el primero que es de Luis Almeida; aquel polémico que fue un escándalo también de Luis Almeida, el último es de Rafael López Castro que retoma la figura cervantina con una visión totalmente contemporánea”, dijo Alejandra Frausto, secretaria de Cultura federal.
“A lo largo de medio siglo el Festival Internacional Cervantino no sólo ha puesto a Guanajuato en los ojos del mundo, también ha tenido una importante función social al acercar las mejores expresiones artísticas clásicas y contemporáneas a públicos que de otro modo no tendrían oportunidad de disfrutar”, señaló por su parte el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo.
Ahí mismo, en el Museo Palacio de los Poderes, donde se presentó el libro, también fue inaugurada la exposición “Leyendas, trazos e historias. 50 años de Cervantino”, donde se reúnen testimonios, imágenes y memorabilia del encuentro como un plato de cerámica conmemorativo de la primera edición de 1972, medallas que han sido acuñadas en diferentes ediciones o el cuadro pintado por José Chávez Morado en 1973 y que acabó convirtiéndose en identidad del FIC.
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