CÚPULA

Relato: Lluvia de estrellas

Un talentoso compositor mexicano con corazón de astrónomo se resiste a venderle los derechos de sus canciones y personajes al creador de los sueños que se hacen realidad y de la magia que nunca termina. ¿Qué sucederá? Uno nunca sabe, el futuro podría estar escrito en las estrellas

CULTURA

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LLUVIA DE ESTRELLAS. Foto: Especial

Es él otra vez— le dijo Charo, su esposa, con el teléfono en la mano.

—Dile que marque mañana, ahorita estoy viendo las estrellas y la luna garapiñada.

—No puedes usar esos pretextos, Francisco.

—No es un pretexto, es la verdad—contestó ajustando el telescopio.

—Habla con él y dale tus razones, son muy válidas—le dijo Charo moviendo la montura del —aparato ese— para que le hiciera caso.

Francisco asintió con un movimiento de cabeza. Charo retomó su conversación con el teléfono:

—Lo verá mañana, lo esperamos por la tarde, como a las 5:30. Usted conoce bien la dirección.

Charo colgó el auricular.

—¿Para qué lo haces venir, Charito? La respuesta es la misma de siempre, aunque traiga a la Reina Malvada y a los siete enanos —aseguró Francisco sin despegarse del porta ocular.

—Pues la luna lo dirá o las estrellas —replicó Charo.

—Tienes un punto, quizás una lluvia de estrellas lo haga entender de una vez por todas— admitió Francisco.

Al día siguiente, a las cinco y media de la tarde, ni un minuto antes ni uno después, un hombre de bigote discreto se bajó de un elegante auto y tocó el timbre de la casa de Charo y Francisco, con una seguridad en sí mismo que al parecer también llevaba puesta, como la corbata oscura, el traje gris y esos zapatos negros que dejaban huellas firmes a su paso. Charito abrió la puerta, se presentó y los invitó a pasar. Francisco apareció en la sala y se dirigió a ellos:

—Something to drink? ¿Quieren algo de tomar, caballeros?

Después les sirvió el café que pidieron y Charito les ofreció unas galletas en forma de estrella que ella misma horneaba.

—These cookies are amazing! ¡Riquísimas las estrellas!— dijo Walt al darle un mordisco a la galleta, después continuó hablando, mezclaba un español imperfecto con su inglés nativo:

—Entonces, Francisco, déjeme insistir. I must insist. Imagina niños del mundo observando estreno del Ratón Vaquero o Rey de Chocolate. Imagine kids from all over the world watching the story of the Cowboy Mouse or the Chocolate King. Imagine your songs translated to Japanese or Russian. Sus canciones en japonés o ruso. ¡Su juego en Disneylandia! Imagine your own ride or attraction at Disneyland! I think you deserve it! ¡Se lo merece!

—Sorry, gentlemen, mis personajes no están a la venta, como les dije por teléfono, están creados para la radio, para que los niños usen su imaginación. Además, estos personajes son patrimonio de los niños mexicanos, no son míos.

—Come on, Francisco, vamos a pagar lo justo por ellos. Créeme, sé muy bien que aquí tú eres más famoso que Mickey, so don’t worry, you’ll be the star! The Mexican star! ¡Tú serás la estrella!

Francisco Gabilondo Soler le guiñó el ojo a su esposa, tomó una de las galletas en forma de estrella que estaban sobre la charola de plata y se las mostró a los tres caballeros que habían venido desde Estados Unidos a visitarlo. Exhaló un suspiro y comenzó a hablar:

—Sabe que el nacimiento de una estrella dura miles de años y necesita de la fuerza de la gravedad. Las únicas estrellas están allá arriba, se los digo yo, que soy amante de la astronomía.

Después de la breve explicación que acababa de dar, Cri-Cri mordió la galleta con estilo.

—Well, I guess we will have to wish upon a star! Habrá que pedirle a las estrellas que cambie de opinión el Grillito Cantor—replicó Walt.

—Así es, las estrellas decidirán o la luna lo dirá. Gracias, de todas formas, por pensar en mí, Walt.

Walt Disney se levantó del sillón, le extendió la mano a Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, y se marchó de ahí desconcertado con un paquete de galletas en forma de estrella que le regaló Charo.

Años más tarde, en una película de Walt Disney, apareció un personaje llamado Pepe Grillo, que era la conciencia del personaje principal, Pinocho, y que curiosamente le cantaba también a las estrellas. Al final, Walt Disney le hizo a Francisco Gabilondo Soler el homenaje que nunca quiso, así fue como los niños del mundo conocieron a Cri-Cri y aprendieron que, si eres bueno, y confías en las estrellas, tal vez algún día se te cumplan todos tus deseos o te conviertas en un niño de verdad; también es posible que te sorprenda una lluvia de estrellas.

Por Mariola Fernández

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