CÚPULA

VISIÓN-ES, la obra de Martha Sáenz

La obra de Martha Sáenz explora, juega y hurga en el imaginario para encontrar la genética femenina

CULTURA

·
MOMENTO. Martha Sáenz, Nuestro amor en pandemia, 2020, pastel sobre papel. Colección de la artista; Créditos: Colección de la artista;

Mujer que explora, niña que juega, hurga en su imaginario para encontrar la genética femenina, arquetipo y signo, herencia y raíz. La mano responde al impulso, toma la tiza, intuye y observa, traza, Martha pinta.

El origen de las cosas no siempre es claro, y no siempre hay que identificarlo, hay que hacerlas, aprehenderlas. La pintura no nació en las aulas o academias, nació en los talleres, obrajes, en los hogares. El maestro enseña, el aprendiz asimila, toma enseres, los manipula, repite, observa, se equivoca, aprende. El arte es un lenguaje que posee técnicas complejas, sintagmas peculiares y, como herramienta de comunicación, desarrolla elementos propios, específicos. Cuando el aprendiz adquiere destreza descubre la vocación, las técnicas no tienen límites: del lápiz al carbón, del pigmento a la acuarela, trementina, temple, fresco y tinta. Es entonces que la habilidad del alumno se convierte en expresión, crea.

Estoy seguro de que Martha Sáenz no pensó antes de pintar, actuó, y en el proceder se esmeró, trabajó con las barras de arcilla y dio trazos, dibujó contornos suavizados, degustó el tono y sin saber el sfumato apareció, tomó entre sus manos gredas de color y emergieron personajes, rostros, ojos sin par, osos y otros animales, cielos invertidos, mares de nubes, cactus, flores y corazones; son los símbolos que le hablan a ella, que nos miran, nos narran y de ser obra personal se hace plural, la obra muta en un nosotros.

Ella sabe su mocedad y no importa porque arriesga cual aprendiz, sólo así alcanzará la madurez, y para ello no hay prisa. Sin saberlo, Martha, cual Rosalba Carriera 300 años atrás, optó por el pastel, y retoma, primordialmente, el rostro también. Mejilla y pliegue, esfera de cristal, lechuguilla de oropel, ojos y labios rojos, miradas a tropel. 

Sáenz usa una iconografía que puede trasladar recuerdos, alusiones surrealistas, influencias e imitaciones, qué sé yo. No es menester sentarla en el estrado, lo que hace nace del corazón, hoy sus manos se pulen y afinan la tiza, el papel; aprendiz de bruja medieval, irreverente mujer virreinal, cosmogonía actual. Martha Sáenz dibuja y juega al contrapunto cromático, esgrime dibujos naif, mágicos sin realismo, busca la factura ideal; porque no es la figuración sino sueño, es su modestia personal que no le deja igualar ni superar, porque cuando se juntan estilos y elementos conocidos, surge una postura original.

La primera exposición de Martha Sáenz llega con buen augurio, el aposento la cobija con sensatez, delicadeza y tino. Casa Nuestra de la Antigua Sede del Senado de la República es un lugar placentero, un espacio bello. Las obras que expone son un viso, un esbozo, un destello, la piedra que es ella se pulimenta, saca su brillo.  

La ópera prima de Martha Saénz usa un verbo sugestivo: Visiones es la acción y efecto de ver, o alusión a las pinturas arquetípicas de Christiana Morgan que nos ofreció Jung, es sustantivo femenino que quiere interpretar algo, imaginar como real lo intangible o, simplemente, tan sólo decir que visión es lo que ves. Agosto, 2021. 

Por Francisco Moreno

PAL