CÚPULA

El Movimiento estudiantil del 68 y las XIX Olimpiadas de la Ciudad de México

El evento transformó nuestras etiquetas, delineó una nueva forma de pensar, procesar información y participar sociedad.

CULTURA

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Imaginario y testimonio de más de una generación, el Movimiento estudiantil de 1968 será la circunstancia propicia para que emerjan voluntades críticas del poder, sus modos e instituciones. Sin lugar a dudas, una de sus novedades es el profundo y espontáneo cambio de actitudes y pautas culturales. No sorprenderá entonces, que, justamente, los jóvenes se ceben una vez más en la oprobiosa escultura del expresidente Miguel Alemán instalada en la explanada de la torre de Rectoría en CU. De hecho, los artistas beligerantes que reivindican ante todo su derecho a ser ciudadanos, ya no dinamitan la cantera chiluca que labrara Ignacio Asúnsolo, puesto que, blanco de la irritación, el monumento ya ha sido objeto de varios ataques, que le produjeron primero una pasmosa oquedad, para después reducirla a la condición de tepalcates modernos. Frente a los nuevos y originales creadores sólo permanece su huella cercada, en espera de una inviable reposición o de su inevitable desaparición. El gesto de intervenir las planchas metálicas que guardan el túmulo simbólico del veracruzano representará una radical toma de posición frente a las autoridades y eso que, a partir de entonces, se denominará “el sistema”.

En su crónica de agravios y aconteceres, Carlos Monsiváis reseña el episodio: “En agosto de 1968, en una reunión convocada por Manuel Felguérez, un grupo de artistas decide apoyar al Movimiento con sus propios métodos. Libremente, sin temas prefijados, pintarán sobre el laminado o el cinturón de vanidad herida que rodea el escombro que fue evocación de la gloria del expresidente. Acuden una mañana a la explanada de rectoría: Felguérez, Francisco Corzas, José Luis Cuevas, Gabriel Ramírez, Francisco Icaza. El trabajo es intenso, los estudiantes observan, comentan y dan vueltas, acude el Comité de Lucha de Artes Plásticas, cuyo trabajo se despliega en carteles y mantas. Unos cuantos reporteros interrogan a los artistas. Al día siguiente el cerco informativo se encarga de volver inexistente la sesión protomuralista”. 

ASPECTOS. Miguel Alemán en Ciudad Universitaria, 1960. Foto cortesía: Luis Ignacio Sáinz.

A poco más de medio siglo después, nadie osaría escatimar la visibilidad de la resistencia estudiantil. El despojo de su voz se revirtió con creces: el tiempo haciendo las veces de diapasón y caja de resonancia. Sorprende, como en toda insurrección social, que en unos cuantos meses se convulsionara de raíz la imagen y percepción del régimen y del país. Apenas entre el 22 y 23 de julio, cuando se da el enfrentamiento entre las vocacionales 2 y 5 del IPN y la Preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la UNAM, en La Ciudadela, montaje de porros y los que se terminarían conociendo como los halcones, y el 2 de Octubre con la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, estrategia demencial para desaparecer el movimiento, y en telón de fondo de la sucesión presidencial surge, se expande y diluye la rebeldía juvenil.

Con su disidencia, los participantes en el Movimiento estudiantil de 1968 se dieron a la tarea de diseñar el espacio público para el ejercicio de la libertad y la crítica. Así las cosas, el principal aporte del colectivo resulta en materia de cultura política: la reapropiación ciudadana de la realidad misma y la promoción de la democracia en tanto mecanismo constructor de una sociedad más equitativa y corresponsable. En el panorama nacional imperaba el conservadurismo autoritario, mientras en el escenario internacional se ponderaba el desarrollo estabilizador y el ser vía alterna al comunismo. Tan fue así que, a iniciativa del Comité Organizador, presidido por Pedro Ramírez Vázquez, se decidió celebrar en paralelo la primera Olimpiada Cultural, convocándose a los países concursantes a la justa deportiva.

El 19 de enero de 1968 se inauguró el paquete de actividades artísticas y culturales en el Palacio de Bellas Artes para desarrollarse a lo largo del año, considerando cinco grandes temas: Juventud, Arte, Expresión popular, los Juegos Olímpicos en México y los Juegos Olímpicos y el Mundo Contemporáneo. En el equipo de trabajo colaboraron diseñadores como Eduardo Terrazas, Beatrice Trueblood y Lance Wyman, editores y escritores como Huberto Batis, Alí Chumacero, Juan Vicente Melo y el propio José Revueltas, quien renunciara y más tarde fuera encarcelado por su participación en el Movimiento estudiantil; además de Luis Aveleyra, Óscar Urrutia, Alfonso Soto Soria y Daniel Rubín de la Borbolla.

El Movimiento de 1968 transformó nuestras etiquetas y protocolos, delineó una nueva forma de pensar, procesar información, participar en sociedad y contó con vastas legiones de entusiastas y creyentes. Victorioso en la derrota, aguarda su tiempo oportuno; mientras tanto se apoderó del imaginario del cambio. En síntesis, aglutinó en conductas ejemplares, lo mismo Luis González de Alba que Javier Barros Sierra o Raúl Álvarez Garín, una cultura de la dignidad y la resistencia. Las XIX Olimpiadas de la Ciudad de México fueron el escaparate que exhibió cuán irreconciliada consigo misma estaba nuestra sociedad y cuán dispuesto estaba el gobierno y sus autoridades a dirimir las diferencias mediante la violencia, en auténtico tributo a Huitzilopochtli, como lo fuera la masacre del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, apenas una decena de jornadas antes del inicio de las competencias deportivas. 

Por Luis Ignacio Sáinz

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