CÚPULA

El coleccionismo en la UAM como estrategia identitaria

Entre 1998 y 2005, se realizaron diversas iniciativas gráficas, plásticas y escultóricas, en la institución universitaria

CULTURA

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CASA PARA SABER. La UAM se fundó como universidad pública en 1974, con Pedro Ramírez Vázquez a la cabeza. Foto: EspecialCréditos: Especial

Las construcciones sociales llamadas instituciones requieren señas de identidad para ser en plenitud, consolidarse y desarrollarse. Más aún si son jóvenes. Este es el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fundada en 1974 atendiendo la necesidad de ampliar la oferta de educación superior desde una concepción territorial descentralizada, casi periférica, frente al modelo, en ese entonces, monolítico de su sombra, especie de madrasta y némesis: la UNAM. Su fundador, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, logró en tiempo récord establecer la planta física educativa de los campi (unidades académicas) de Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco, diseñados para albergar hasta 15 mil estudiantes cada uno. La sede de la rectoría general tendría que esperar hasta 1998 para ocupar un edificio propio que había sido construido exprofeso, pero que diferencias con el sindicato de trabajadores impedían ocupar. 

Actualmente cuenta con cinco unidades académicas localizadas en Ciudad de México y la Zona Metropolitana. Foto: Especial

Allí estaban las instalaciones, en algunos casos precarias y, sin embargo, se formaban recursos humanos, se desarrollaba investigación y se difundía la cultura, ya que su “preservación”, contemplada en la legislación, tendría que esperar a que hubiese algo que, justo, ameritase ser salvaguardado y protegido. Existían esfuerzos locales de muy distinta laya y en el caso central, se contaba con algunas piezas aisladas de valía incuestionable (Jorge Yázpik, Luis López Loza, Kyoto Ota, como botones de muestra), que avizoraban un proceso serio de coleccionismo. Empero, los ambientes seguían brillando por su ausencia; los espacios para estar tendían a ser insuficientes todavía, a excepción de lo bien integrado del conjunto inmobiliario, claustral, espléndidamente jardinado, en el antiguo territorio de los tepanecas.

Durante mi estancia en la UAM (1998 a 2005) intenté, en la medida de mis posibilidades y atribuciones, colaborar en el fortalecimiento de un auténtico sistema institucional, capaz de superar sin negar, las personalidades y estilos de sus componentes. 

En fin, aprovechando distintas efemérides, las del XXV y el XXX aniversario de su establecimiento, me correspondió diseñar diversas iniciativas gráficas, plásticas, escultóricas, de numismática (Xavier Bermúdez) y una estampilla postal (Ruth Ramírez). Hacerlo prácticamente sin dinero, en un equilibrio de aportes internos y ventajas externas, sumando y convenciendo a tirios y troyanos. En una primera fase conté con la imaginación de Martha Papadimitriou; y en una segunda, me aproveché del rigor de Elena Segurajáuregui. Invaluables colaboradoras, a un tris de la perfección. 

Entre otras, se produjeron carpetas de estampas litográficas y gráficas de Águeda Lozano, Francisco Castro Leñero, una colectiva de Ilse Gradwohl, Irma Palacios, Victoria Compaiñ y Gilda Castillo (conmemorativa del XXV aniversario de la UAM). 

De Manuel Felguérez se hicieron una serigrafía y un grabado, más la entrega de la Autobiografía de la creación (1992, cinco serigrafías y una escultura en papel, y el poema alusivo de Francisco Serrano) y una decena de grabados de gran formato, amén de la escultura Teorema lunar (1978), dedicándosele la galería de Rectoría general.

Gilberto Aceves Navarro entregó una colección completa de la gráfica producida por él hasta esa época, más de 100 estampas.

También, las colecciones temáticas en originales serigráficos de la Bienal Internacional del Cartel (América Hoy 500 Años Después, 44 creadores de 22 países, entre otras), dirigida por Xavier Bermúdez.

Sobresalen esculturas de Xavier Esqueda (Estela industrial, basalto y acero, 1997; destruida en el sismo de 2017), Elsa Naveda (dos cerámicas monumentales) y un relieve en bronce adosado a vidrio devastado con mototool de Flor Minor. En pintura destaca de Francisco Castro Leñero el Códice de Santa María (acrílico sobre tela, políptico de 3.40 x 2 metros cada uno de sus cinco paneles, 2000); un conjunto de óleos de Gilda Castillo, colgados en la sala de juntas donde sesiona la Junta Directiva.

Por Luis Ignacio Sáinz

sainzchavezl@gmail.com

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