CÚPULA

Conversación con Arcelia de la Peña

Uno de los principales objetivos de la maestra fue ver a la danza como un sistema, desde todos sus ámbitos

CULTURA

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Arcelia de la Peña explicó que uno de sus principales objetivos fue ver a la danza como un sistema, desde todos sus ámbitos. Foto: EspecialCréditos: Especial

Con gran admiración y respeto comparto este diálogo que mantuve con Arcelia de la Peña, colega y amiga; cuya carrera, proyectos y arduo trabajo en la industria de la danza clásica en México ha contribuido al fortalecimiento de esta disciplina.

¿Cómo inicia tu relación con la danza clásica?

Desde pequeña me enamoré del ballet, de todo lo que esta disciplina implica y de las infinitas posibilidades de expresar con el cuerpo.

¿Cuándo decides que la docencia es tu camino y como está decisión te lleva a explorar otras posibilidades?

Durante muchos años estudié ballet, pero al llegar a la adolescencia me percaté que no tenía todas las aptitudes, ni las características físicas que exige esta disciplina para poder llegar a ser una estrella. Fue así como, muy joven, empecé primero como asistente, después impartiendo clases como maestra titular y, finalmente, como directora de una academia de ballet. Con el paso del tiempo, decidí abrir mi propia escuela y desde hace 37 años surgió la Academia de Ballet Dance Center.

Por otro lado, a partir de muchas inquietudes personales y otras que comentaba con maestros, fue que decidimos organizarnos y fundar la Sociedad Mexicana de Maestros de Danza, que tuve el honor de dirigir por algunos años.

¿Qué acciones llevaste a cabo en la Sociedad Mexicana de Maestros de Danza?

Durante los seis años que fui presidenta, uno de mis principales objetivos fue ver a la danza como un sistema, desde todos sus ámbitos. Para ello, centré mis esfuerzos en la educación y la creación de públicos; así como en la formación de los bailarines y, sobre todo, abrir espacios para el desarrollo de su profesión.

Desde luego, en la formación de un bailarín, un pilar fundamental es la educación y esto me llevó a plantearme la necesidad de fortalecer la formación de los maestros para que así moldearan mejores alumnos. Es a partir de estas inquietudes que también inicia mi contacto con la Unión Soviética, pues decido ir por primera vez a Rusia y firmar el Convenio de Intercambio Cultural entre la Unión de Artistas de la URSS con el Centro de Música y Teatro de Moscú, con quienes organizamos cursos de ballet tanto en México como en Rusia.

¿Cómo fue tu camino para hacer posible la presentación de los ballets rusos en México?

Los maestros que traje a nuestro país fueron los que me acercaron tanto a bailarines, como empresarios rusos, sobre todo la relación que establecí con estos últimos me permitió abrir la comunicación para hablar sobre las posibilidades de llevar a cabo giras con bailarines y ballets de ese país; como el Ballet Kirov, que nunca se había presentado en México.

En 1991, logré hacer la gira del Ballet de San Petersburgo con las estrellas del Kirov, que se presentó primero en el Palacio de Bellas Artes y después viajó a Monterrey, Guadalajara y Aguascalientes. Con esta gira, se abrió la posibilidad que las compañías internacionales pudieran regresar a nuestro país.

¿Cómo empezaste a traer a México a las compañías más importantes de danza clásica del mundo y que retos enfrentaste?

Después del éxito que tuvo la gira de las máximas estrellas del ballet de San Petersburgo y coincidiendo también con mi salida de la Sociedad Mexicana de Maestros de Danza, decidí llevar un paso más adelante la experiencia de producir una gira, incursionando en el terreno empresarial.

Gracias al apoyo del director artístico y al coreógrafo del Ballet Kirov, así como con la ayuda de varios socios capitalistas, logré presentar en el Auditorio Nacional, la gira del Ballet Kirov con más de 150 bailarines. Sin embargo, esta presentación significó un reto enorme, pues son compañías que para viajar a otro país deben asegurar mínimo siete funciones. Por otro lado, al momento de planear estas presentaciones, recibía muchos comentarios acerca de que en nuestro país no existía un público para mostrar este tipo de espectáculos.

Sin embargo, constantemente yo pensaba cómo no podía haber público en México para ver a todas estas compañías tan más majestuosas del mundo. Otro de los retos fue cómo comunicaríamos de manera masiva la gira ¿Cómo invitaríamos a la
gente a venir? Teníamos que vender 40 mil boletos, los costos eran muy altos y estábamos pasando por una época en la que los teatros estaban vacíos. No obstante, logramos hacer campañas maravillosas y por mi parte también me dediqué a tocar las puertas de muchos medios de comunicación. Me costó mucho trabajo, pues lo primero que me decían es que no era un proyecto
rentable.

Yo estaba convencida que con la calidad de estos artistas y de las producciones, el público mexicano quedaría fascinado. Independientemente de tener un acercamiento o no al ballet, los seres humanos somos sensibles y lo único que debíamos hacer era abrir nuevamente sus ojos para que pudieran ver con otra óptica el ballet.

Entonces sucedió la magia, de todas partes de la República, llegaban al Auditorio Nacional autobuses repletos de gente que quería ver estas grandes funciones de ballet, que a lo largo de 10 años presentaron a compañías tan importantes como el Kirov, el Bolshoi, el Royal Ballet, el Scala de Milán; así como a primeros bailarines de todo el mundo.

Lo importante de este proyecto es que la gente descubriera que el ballet es una maravilla, que disfrutara viendo la belleza de cada puesta y la producción tan extraordinaria de estas compañías, que impresionan a todo el mundo.

¿Qué aportaciones consideras que tuvo la realización de estas giras en nuestro país?

Estoy convencida que durante los años que organicé y produje estas giras, todas fueron muy importantes para el desarrollo de la danza en México y del público para la danza. Sin embargo, hoy en día hace falta un gran impulso y diferentes programas para fortalecer los ballets que actualmente subsisten en nuestro país.

¿Cómo surgió el Ballet de la Ciudad de México?

Una parte importante en el desarrollo profesional de los bailarines en nuestro país, son los pocos espacios para que los jóvenes egresados puedan bailar de una manera profesional. Teniendo en mente este interés, con la maestra Isabel Ávalos, formamos el Ballet de la Ciudad de México, y así inició una aventura que hasta la fecha continúa vigente. Actualmente, este ballet continúa siendo muy importante en nuestro país, porque en un inició abrió espacio para que muchos jóvenes pudieran desarrollar sus carreras, ampliando las posibilidades a otras opciones, además de la Compañía Nacional de Danza.

¿En que proyectos estás trabajando?

Desde 2018, tuve la fortuna de organizar el Primer Encuentro Internacional de Escuelas de Danza Clásica con el apoyo del FONCA y la Coordinación de Danza del INBA. Este año retomó todo, buscando alcanzar el máximo de participación de escuelas de toda la República y el extranjero, en un ambiente de convivencia e intercambio artístico a través de las cinco diferentes actividades que plantea esta iniciativa: muestras de escuelas, incubadora de coreógrafos, cursos intensivos para estudiantes, talleres para maestros y funciones.

Finalmente, ¿Cuál es tu opinión sobre el panorama de la producción dancística actual?

Lo que más le falta a la danza en México son recursos, sin importar que tipo de danza sea. El estatus de la danza en el país es precario, no existe un impulso, organización y visibilidad de parte de las autoridades. A la fecha no hay un plan nacional de danza, ni un trabajo en conjunto entre los particulares y el gobierno para trabajar en acciones a corto, mediano y largo plazo. El futuro lo construimos los que vivimos y somos apasionados de este arte, pero debemos de contar con el apoyo y respaldo de muchas instancias para poder sostener el presente y el futuro de la danza en México.

Por Diana Farías

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