VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Vivimos una guerra desatada contra las mujeres: Cristina Rivera Garza

La escritora mexicana revive en "El invencible verano de Liliana", el caso de su hermana menor asesinada en 1990; el relato es, al mismo tiempo, un clamor desesperado de justicia

CULTURA

·
La historia de los Rivera Garza, “es una historia compartida con al menos 10 familias al día Foto: Especial

Escribir, dice Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964) “siempre ha sido posicionarse en la vulnerabilidad más radical”. Con su último libro, “El invencible verano de Liliana” (Random House), no queda duda: la escritora ha dejado pasar 30 años para poder “leer, revisar, transcribir, poner mucha atención” a los archivos de su hermana menor, asesinada a los 20 años, el 16 de julio de 1990, por su exnovio de la prepa, Ángel González Ramos.

Después de un luto familiar silencioso, Rivera Garza ha vuelto a recuperar el lenguaje que la violencia y la injusticia rompió, para ir tras los últimos pasos de Liliana, para traer al presente su caso y para exigir la tan anhelada justicia. 

La historia de los Rivera Garza, “es una historia compartida con al menos 10 familias al día, que pierden a mujeres a manos de la violencia”. Feminicidios, que, como el de Liliana, siguen impunes y familias, que siguen esperando la calma: “Hay un proceso que llega a su fin, sólo y sólo si, se cumple la justicia”. A propósito de “El invencible verano de Liliana”, la escritora habla con El Heraldo de México. 

¿Por qué escribir esta historia?  

“Esta es una historia que comparto con al menos 10 familias al día, 10 familias que pierden a mujeres a manos de la violencia en este país, por desgracia es una historia compartida. El 16 de julio de 1990, mi hermana menor, Liliana, fue víctima de feminicidio, aunque en esa época no se le decía así; tiempo después, el sistema de justicia tuvo suficientes evidencias para girar una orden de aprehensión en contra de Angel Gonzalez Ramos, que según un periódico que publicó su foto, lo describió como el criminal más buscado en el país, pero eso no tuvo gran efecto porque el criminal más buscado en el país logró huir y ha seguido prófugo todos estos años. Una de las razones más importantes para crear este libro, fue las ansias de que se haga justicia”.

¿Qué implica escribir desde el dolor?

“Escribir para mí siempre ha sido posicionarse en la vulnerabilidad más radical, ahí donde la violencia nos rompe el lenguaje, el lenguaje del dolor nos ayuda a articularnos. Todos los que expresamos dolor intrínsecamente, casi de manera automática nos tenemos que hacer la pregunta sobre las raíces, las razones de ese dolor, y creo que por eso, escribir desde el dolor siempre es escribir de manera crítica, siempre es una manera de explorar críticamente las razones del infortunio, de la tragedia y, en este caso, del crimen”. 

¿Por qué debieron pasar 30 años para escribir el libro? 

“Los duelos son muy particulares, no hay duelo que se parezca a otro aunque compartimos características. Mi familia y yo hemos llevado un duelo muy privado, en silencio, entre otras cosas porque creo que es muy difícil contar una historia cuando todo el lenguaje está amañado, cuando todo el lenguaje sirve para exonerar a los culpables, para culpar a las víctimas. Es difícil escribir de una manera honesta, directa, sobre las vidas de las mujeres que nos arrebata la violencia cuando el lenguaje ejerce también esa violencia sobre ellas. Tuve que esperar mucho tiempo, primero a que existiera la palabra feminicidio como tal, que fuera incluida en el Código Penal de México, dado que se hizo hasta 2012, y creo que tambien le debo la capacidad de escribir este libro, al lenguaje que han ido fraguando las movilizaciones de mujeres en México y en el mundo: las feministas del pasado, las activistas de ahora; entre todas han ido empujando el lenguaje, tratando de crear una nomenclatura, términos, que nos permitan identificar claramente las distintas violencias, los momentos de peligro y luego entonces, que nos arme con posibilidades de protección y de cuidado en el futuro”. 

La narración se detiene en muchos detalles de los lugares donde transcurre ¿cuál era la intención?

“En mis últimos libros me ha preocupado mucho la relación del territorio y el cuerpo, de los lugares; los lugares no son entidades pasivas que nada más están ahí, sin cambiar; en esta historia del feminicida de mi hermana, la ciudad es un personaje, el campus universitario de la UAM Azcapotzalco también lo es, la casa donde vivió, las calles donde camino Liliana, las estaciones del Metro donde se subió y donde se bajaban. Hacia el extranjero la idea de la Ciudad de México muchas veces se resume a la colonia Condesa y a la Roma y este libro se mueve por otros lados, especialmente en Azcapotzalco. A últimas fechas he trabajado también mucho con algo que he llamado escritura desapropiativa o escritura comunalista y aquí vuelvo a utilizar este tipo de estrategias. Me ayudó mucho cuando encontré el archivo de mi hermana, los documentos que ella escribió, que hablan su voz, me encargue de leer, revisar, transcribir, poner mucha atención; este no es un libro que da voz a nadie, es un libro que abraza, que cita la voz de mi hermana, tal y como existió, ella escribió mucho, era una gran lectora y utilizó su lenguaje para guiarme”. 

El problema del feminicidio parece no cesar, ¿qué es lo que falla?

“Vivimos una guerra desatada contra las mujeres, que es consecuencia de la desigualdad  estructural, de los sistemas económicos y sociales en los que vivimos y claro, sigue pasando. Me queda claro que sigue pasando por la ineficiencia, la indolencia e indiferencia, que se traducen y que finalmente encarnan en la impunidad. Un feminicida sabe que se puede salir con la suya, como Ángel González Ramos, sabe que puede huir y que no va a haber un aparato judicial empeñado en dar con él y hacer que cumpla los designios de la ley; mientras no haya un aparato judicial capaz de identificar y de obligar a estos criminales a que pasen por un juicio y después cumplan sus sentencias, vamos a seguir viendo este tipo de problemas”. 

Perdón, justicia, venganza, ¿qué queda para una familia lastimada por un feminicidio?

“He estado hablando del libro y las preguntas que me hacen siempre son casi como diciendo que escribir el libro es un proceso de sanación, y en efecto, ayuda, por supuesto que ayuda articular la historia, pero yo creo que la sanación como tal no se consigue hasta que no se consigue la justicia. Creo que hay una diferencia entre justicia y venganza, porque aquí hubo un crimen , un caso que se abrió, un proceso judicial, una orden de aprehensión, es decir, hemos seguido todo el entramado del proceso como debe de hacerse dentro de la legalidad y yo, como mi familia, lo único que estamos esperando es que se haga justicia. Las familias de las víctimas y las de los perpetradores estamos unidos a través del crimen y no sé si los cercanos a los feminicidas, los que los protegen, los que los ocultan, los que no los denuncian, sus cómplices, se den cuenta que estas cuentas que se deben a la ley, a la justicia, se van acumnulando y las van a heredar sus hijos y los hijos de sus hijos, como si heredaran una maldición. A mi me parece que esto sólo se cura, hasta ese nivel, con la justicia, el dolor nunca se va, nunca vamos a poder recuperar a Liliana, aunque Liliana de múltiples formas permanece con nosotros, pero ciertamente hay un proceso que llega a su fin, sólo y sólo si se cumple la justicia”.

Foto: Especial 

Por: Luis Carlos Sánchez 

dhfm