PATRIMONIO MUNDIAL QUE OTORGA LA UNESCO

El Patrimonio Cultural como base del progreso

A partir de 1987, comienza en Oaxaca un movimiento de reflexión

CULTURA

·
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN. Oaxaca. Foto: cortesía Gobierno del Estado de Oaxaca. Foto: EspecialCréditos: Especial

Recibir el título de Patrimonio Mundial que otorga la UNESCO, desde 1976, a los sitios que poseen una importancia cultural o natural excepcional para la herencia común de la humanidad, en muchos de los pueblos reconocidos ha dado lugar a un auténtico renacimiento tanto de las expresiones artísticas más representativas de cada cultura, como de las disciplinas académicas relacionadas con el estudio de la lengua y la historia, entre otras. Oaxaca es uno de estos pueblos.

A partir de 1987, año en que el Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca de Juárez y el sitio arqueológico de Monte Albán recibieron esta distinción, comienza en el estado un movimiento de reflexión profunda sobre las identidades que componen lo oaxaqueño, en cuyo marco se entabló un diálogo muy productivo entre la cotidianeidad moderna y las herencias milenarias como la gastronómica, pictórica o artesanal, por mencionar sólo algunas. Gracias a ello, lo oaxaqueño ganó la vitalidad necesaria para atraer cada vez más los ojos del resto del país y del mundo.

23 años más tarde, en 2010, Oaxaca fue honrado con el reconocimiento de otro de sus sitios arqueológicos importantes: las Cuevas Prehistóricas de Yagul y Mitla, en los Valles Centrales, para lo cual fueron necesarios 10 años de trabajo arqueológico en campo y de investigación, que nos permitió redescubrir con gran claridad el proceso de integración del humano con la naturaleza que ocurrió en este lugar hace miles de años, y que dio lugar a la riquísima tradición agrícola que, además de permitir el florecimiento de grandes civilizaciones, es base de la gastronomía oaxaqueña, hoy aclamada en todo el mundo.

Este círculo virtuoso que genera progreso y fortalece el amor a lo propio, al mismo tiempo que abre canales para compartirlo, se cierra en el compromiso que supone preservar el patrimonio para poder seguir fortaleciéndolo y fortaleciéndonos en él como sociedad. Lejos de proponer un alto al tiempo, la dinámica del reconocimiento tiende puentes entre el pasado y el futuro. El esplendor de ayer nutre el orgullo de hoy; y las necesidades de hoy encuentran sustento en las respuestas que ofrece la tradición.

En Oaxaca, el compromiso que han asumido los pueblos originarios para preservar su patrimonio cultural y natural significa un motor del progreso. Pensemos en la comunidad de San Bartolo Coyotepec y su barro negro, o en la producción de textiles de Teotitlán del Valle, por mencionar sólo dos ejemplos. Este vigor productivo y esta vocación de cuidado que demuestran los pueblos nos obliga a las autoridades a fortalecer las instituciones que evitan que el círculo virtuoso de la preservación y la prosperidad se fisure. Una labor que en el Gobierno de Oaxaca asumimos con gusto y con un gran sentido de responsabilidad.

Por: Alejandro Murat Hinojosa

avh