CÚPULA

Alfredo Castañeda CDMX, 1938 / Madrid, 2010

La propuesta del artista destaca por su imaginación, su temática mística y profunda y por los seres que habitan su obra

CULTURA

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Alfredo Castañeda, una vida entera para recordar. Foto: EspecialCréditos: Foto: Especial

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EDICIÓN DE ESTE NÚMERO DEDICADO AL PINTOR, PENSADOR Y POETA ALFREDO CASTAÑEDA.

Alfredo Castañeda se formó en un ambiente familiar: la pintura fue parte fundamental de su educación. Su primer acercamiento formal fue en la adolescencia, cuando se integró al taller del artista costumbrista José Bardasano. Con él aprendió teoría y técnica, pero no determinó su producción: “Aprendí a ver todos los colores que contenían las cosas; pude ver en las sombras de la tierra los verdes, los violetas, los azules, los amarillos. Eran colores que yo no había visto nunca... Él me obligaba a hacer las cosas como él quería, pero yo nunca quise ser ‘bardasanito’. Había mucho que aprender con él, y así lo hice, luego me retiré. Entonces conocí a otro pintor español, Arturo Souto. Frecuentaba su taller, pero con él no fui su alumno; fui su amigo”.

En 1956, Alfredo entró a la escuela de Arquitectura de la UNAM, donde conoció a Mathías Goeritz, quien le abrió los ojos a un nuevo universo de “lo poético, lo filosófico, lo espacial y lo mágico”. Después, emprendió un largo viaje por Europa donde aprovechó para conocer instituciones, artistas y técnicas; al regresar, terminó la carrera de Arquitectura, que combinó por un tiempo con su producción artística. En 1967 se casó con Hortensia de La Barrera, con quien formó su familia de tres hijos: Alfredo, Ibiza y Adrián. A partir de 1969, la arquitectura dejó de ser relevante, pero su obra siempre regresó a los temas descubiertos con ella.

Ese año presentó su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano, de la Ciudad de México, espacio que siempre lo representó. También participó en la colectiva internacional “The Mexican Mystique”, en la Galería J. Walter Thompson, en Nueva York. Dos años más tarde, montó u primera exhibición individual en el extranjero, en la galería Lambert, en Los Ángeles, y la exposición “Der Geist des Surrealismus”, en Alemania, donde expuso a lado de Alberto Gironella y Leonora Carrington. En las siguientes décadas ganó visibilidad internacional. En 1991 se muda de forma permanente a Madrid junto con su “tribu” –su familia–, como él cariñosamente se refería.

Castañeda era amante de la lectura de textos místicos que enriquecían su imaginación; en su obra manifestaba una solemnidad aparente, un humor como el inglés, un juego con la realidad, sin compromisos y sin seriedad. Con el paso de los años, forjó un nombre que varios críticos ubicaron en el surrealismo mexicano; sin embargo, su propuesta fue más allá, destacando por su mística profunda y por esos seres que habitan en su obra, así como por abarcar y dominar otras disciplinas como la gráfica y la poesía.

 

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