En una carta muy interesante, los flamantes secretarios nombrados de Economía, Marcelo Ebrard, y de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, descalificaron al embajador Ken Salazar y al gobierno de Estados Unidos de autoridad moral y capacidad para opinar sobre la reforma judicial en México. Y de pasada, descalificaron a The Washington Post, que hizo un editorial propio contra la reforma y aunque no es parte del gobierno estadounidense, debió aguantar un rozón.
En el mundo del "debe ser" las decisiones de cada país competen a sus propios gobiernos y los demás harán bien en callarse. Pero en el mundo del "es" la consideración es diferente. Hay convicción de que la reforma es un retroceso democrático y negativa para los intereses de los inversionistas externos.
Don Marcelo lo sabe. Como Secretario de Relaciones Exteriores, enfrentó la amenaza del gobierno de Donald Trump de que impondría aranceles a las exportaciones mexicanas si no se detenía el flujo de migrantes, y cedió, según el entonces Secretario de Estado, Mike Pompeo. Y no pudo hacerlo sin el consentimiento del gobierno mexicano.
Igualmente, don Juan Ramón está consciente. El ex-rector de la Universidad Nacional Autónoma, como embajador en Naciones Unidas, fue un espectador privilegiado en esa intersección del "debiera ser" y la realidad al presenciar en vivo el rejuego de las potencias en el Consejo de Seguridad.
Pero ciertamente tenían que dar la cara, aunque el verdadero impacto de su carta sea hacia dentro y difícilmente cambiará las opiniones en las diferentes partes del gobierno estadounidense, de los medios de prensa o de las calificadoras internacionales.
Pero sería deseable pensar que, como parte del gabinete de la presidenta Claudia Sheinbaum, plantean desde ya una postura de fuerza cuando se trate de dialogar con contrapartes del gobierno estadounidense.
En ese sentido, la realidad es que probablemente quisieron expresar su apoyo a la reforma judicial, y que su escrito haya sido más leído aquí que en Estados Unidos, a pesar de quien o quienes hayan tomado nota en la capital estadounidense.
Pero el actual problema del gobierno mexicano es de imagen externa, y no la interna, a pesar de un debate polarizado.
Altagracia Gómez Sierra, una empresaria de altura designada como enlace del gobierno Claudia Sheinbaum con los empresarios, advirtió la semana pasada en Nueva York que “la gente que no le apueste a México va a perder una gran oportunidad y perder dinero. No te puedes quedar fuera”, al inaugurar el BIVA Day 2024.
Quizá tenga razón, pero su competencia no está en los cuestionamientos que plantearon el aviso de Salazar o el editorial de The Washington Post, sino en los mayormente negativos análisis de agencias calificadoras, reportajes y opiniones publicados en medios como el prestigioso Financial Times o el semanario The Economist, o en las expresiones de preocupación de legisladores republicanos.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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@CARRENOJOSE
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