LA ESCENA EXPANDIDA

El folclor, entre la tradición y la actualidad

Las Prácticas Escénicas es un programa artístico en el que los estudiantes de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL hicieron una síntesis de la información recibida, para ponerla al servicio de la escena

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En busca de su lugar en la escena, estudiantes de tercero y quinto semestre de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL ofrecieron funciones gratuitas en el Teatro de la Danza “Guillermina Bravo”, del 17 al 19 de enero, con la intención de exponer las habilidades técnicas y académicas adquiridas en el proceso de la formación que exige la profesionalización del arte coreográfico tradicional. 

Las Prácticas Escénicas 2024-1 fue un programa artístico en el que los estudiantes hicieron una síntesis de la información recibida en la escuela, para ponerla al servicio de la escena. Un primer enfrentamiento de los bailarines en formación con el monstruo de las mil cabezas: el público.

La crítica en relación con la proposición artística debe hacerse desde la mirada de quien está observando la formación de bailarines que abrevan tanto de la tradición como de la actualidad; es decir, que rompen paradigmas para hacer interpretaciones nuevas de la tradición, sin dejar de lado (y de hecho de manera sustancial) a  la cultura popular, esa que Guillermo Bonfil Batalla llamó el México profundo, en donde está la raíz ancestral, aún en proceso de ser reconocida como una parte esencial de la identidad mexicana.

La técnica del folclor y el conocimiento que se genera del contacto entre la academia y la experiencia vívida de la cultura popular y las tradiciones mexicanas, se ponen al servicio de la creación escénica en dos obras: Teca Sicarú, de María Fernanda Franco López, en donde se hace una significante composición en relación con la cultura zapoteca, asentada en el istmo de Tehuantepec.

Cortesía/ENDF

Una cultura ancestral que sigue viva en la franja más angosta de la República Mexicana, en Oaxaca, estado diverso en culturas y tradiciones. La obra aborda un elemento reconocible por su importancia en el tejido social de los tehuanos: el papel de la mujer, como sujeto dominante y creadora de los bienes de consumo. La mujer tehuana que se apega a su tradición, a pesar del paso del tiempo y del choque colonial con la cultura occidental.

La boda, en aquella región oaxaqueña, es una experiencia de vida, celebrada por el pueblo entero. Se trata de la fiesta de iniciación de una nueva familia, en la que se coloca a la mujer en el centro de la atención, por ser ella la que servirá de soporte del núcleo social naciente.

Música, danza, vestuario llamativo, movimientos celebratorios, y la búsqueda incesante por interpretar con credibilidad una estética que se debe aprehender y sobre todo entender como una cosmovisión que navega entre la tradición y la actualidad.

Los alumnos de tercer semestre pusieron todo su entusiasmo y lograron el propósito fundamental: vivir la experiencia de la escena como una de las máximas pruebas que puede tener un intérprete en su formación profesional; ya que no solo se trata de hacer estampas turísticas folclóricas, sino de crear universos, darles vida, verdad, y para eso se necesita algo más que el cuerpo en movimiento: se requiere del pensamiento crítico.

La otra obra fue Piedra del desierto, dirigida por Juan Carlos Palma, con los grupos de quinto semestre. Una pieza difícil, como casi todos los experimentos escénicos que toman a Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo, como inspiración para crear ideas, atmósferas y paisajes escénicos.

Una dura prueba para los alumnos, cuyo reto fundamental era mantener la consciencia de su espacio interno, el externo y la relación entre cada uno de ellos en escena, así como la comunicación con el público.

Los temas fueron de actualidad: la violencia de género, la profunda misoginia de la cultura mexicana, la ausencia del padre, y la búsqueda perpetua de esa figura masculina que se pierde en la dimensión rulfiana y shakespereana: de estar o no vivo, del ser o no ser.

Una propuesta bastante arriesgada para un grupo de estudiantes, bailarines en ciernes. La ruptura entre la dimensión festiva, realista, y la dimensión religiosa, espiritual, etérea rulfiana, no pudo ser resuelta de manera efectiva por los creadores de la puesta en escena.

Desde luego que los paisajes rulfianos logrados, como fue la imagen del grupo, de espaldas al público, rezándole a un muerto, tocaron fibras y dejaron un impacto en el sistema emocional del público.

Cortesía/ENDF

Pero se falló en la aspiración en suyo compleja, de hacer de la novela de Rulfo una pieza escénica. Digamos que la vara quedó muy alta, las aspiraciones artísticas truncas, sin embargo, como experiencia, sin duda quedará en la memoria órfica de los estudiantes de quinto semestre de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL.

Las Prácticas escénicas no dejan duda de un objetivo: darle la vuelta a la visión arcaica del folclor, para ponerlo a la altura de cualquier otro lenguaje artístico; que nos siga refiriendo a las tradiciones mexicanas y que, al mismo tiempo, permitan reflexionar sobre la actualidad, al adquirir la dimensión universal que el arte tiene como naturaleza.

Los estudiantes continuarán su formación para convertirse en creadores escénicos, y tendrán las herramientas para enfrentar los retos artísticos, que son los de la vida misma. Ni más ni menos. 

POR JUAN HERNÁNDEZ

COLABORADOR

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