COLABORADORA

La burka en Suiza, los Looney Tunes y Lo que el viento se llevó

Tal es el caso de una Suiza intolerante con el mundo musulmán, que ha puesto en el mismo paquete a los radicales, a los terroristas y a las mujeres que deseándolo o no, portan una burka por razones religiosas

OPINIÓN

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Julén Ladrón de Guevara/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A veces, es difícil confrontar los sentimientos derivados del agravio y de la opresión con los que todos hemos tenido que lidiar alguna vez. Frente al dolor que significa el saberse vulnerable y sin confianza de que se nos haga justicia, generamos mecanismos de defensa en todos los frentes posibles, con todas las estrategias que conocemos. Durante el paso de las horas que transcurren en la desesperanza, nos vamos convenciendo de que tenemos derecho de actuar de tal o cual manera con tal de cobrar venganza, o de evitar que algo malo vuelva a suceder.

Quién mejor que uno para saber lo que necesita el mundo entero, aunque no le hayamos preguntado su opinión jamás. El dolor nos ha otorgado el derecho de reconfigurar el mundo a nuestra manera, y de exigirle que se adapte a nuestros miedos. El problema es que, bajo esos parámetros, terminamos convencidos de que no hay más ruta que la nuestra, y terminamos disfrutando del control que ejercemos manipulando y castrando a los demás.

Al parecer, es más fácil prohibir que educar, ocultar que explicar, borrar el pasado que contextualizar, y es este el momento en el que nos encontramos atrapados ahora. Hoy estamos descubriendo con los ojos de una realidad menos cruda que la de ayer, cuántos errores existen en el comportamiento de una sociedad que fue capaz de promover la discriminación racial y sexual, la cosificación de las mujeres, o peor aún, de normalizar la violencia en general.

¿Es enfadante? Claro que sí. Gracias a ese pasado, nuestro presente es complicado, pero un poco menos, aunque no lo parezca. Sin embargo, es la revisión de nuestra historia en general y en particular, lo que nos da una visión más clara de cómo podemos actuar. Cancelar caricaturas con guiones cuyos personajes tienen conductas inapropiadas, como la de Pepe le Pew, o suspender la transmisión de películas que conllevan actitudes racistas, como “Lo que el viento de llevó”, es perder la oportunidad de aprender  asertivamente de los errores de otros.

O peor aún, es la puerta al infierno de la paranoia, es conjurar una maldición que salpique a todas las palabras existentes, es posicionar en un lugar privilegiado, al loquito que ve señales diabólicas en todo lo que observa, escucha y come. Esto, desde mi punto de vista, conlleva a la descomposición, y la descomposición a los parásitos que fingirán un agravio para agraviar a los demás.

Tal es el caso de una Suiza intolerante con el mundo musulmán, que ha puesto en el mismo paquete a los radicales, a los terroristas y a las mujeres que deseándolo o no, portan una burka por razones religiosas, que no siempre les imponen sin elección. Hacer de la burka, es decir de la mujer, el icono del enemigo principal es todo menos considerado, porque es mostrarlas como un nuevo enemigo en el radar de los ciudadanos suizos.

Primero que nada, es asumir que todas fueron obligadas a llevar esa prenda, que no tienen derecho a opinar o que son discapacitadas intelectuales, y  que por tanto, hay que decidir sin preguntar. Segundo y final, es condenar a un grupo de mujeres valiosas a no salir de su entorno, a quedarse encerradas por seguridad y a no ayudarlas a replantear su realidad. Prohibir la burka sin un programa de integración económica y social o sin un proyecto de refugios para recibir a las mujeres que necesiten escapar con toda su familia, es tan perverso como irracional.

También lo es bloquear la posibilidad de aprender a discernir entre el bien y el mal con el material que ya tenemos del pasado, de saber lo que nos conviene o no, de aprender a no repetir. Es pensar que no tenemos la capacidad de enseñar sin reprimir.

POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

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