LÍNEA DIRECTA

Todo el poder

Someterse de nuevo a la voluntad de un solo hombre, nos ubicará otra vez en el terreno de los países carentes de ley y sin posibilidad de avanzar

OPINIÓN

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Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

En dos años, Andrés Manuel López Obrador logró anular prácticamente todo lo avanzado en la construcción de la democracia mexicana desde 1996 y hasta el 2018. Aprovechando las debilidades propias de una democracia electoral incapaz de trasladarse al resto de la realidad política y económica del país, consiguió anular los contrapesos del poder legislativo, el judicial, e incluso de los gobernadores que anteriormente limitaban significativamente las acciones de los presidentes en turno.

El poderío de AMLO, doblegó a cúpulas empresariales, e incluso a sus supuestos aliados del consejo asesor empresarial, quienes lo apoyaron una y otra vez a cambio de promesas incumplidas de todo tipo. La concentración del poder en manos del Presidente y la subordinación de una nueva clase política a sus dictados, nos muestra simultáneamente la disolución de la otra clase política, la opositora, que no alcanza a construir una alternativa sólida para el próximo proceso electoral de junio.

Lo que se tardó mas de dos décadas en construir, se ha desbaratado en un par de años. El INE es quizá la última pieza de un rompecabezas que fue desarmado con el objeto de reconstruir el viejo modelo del presidencialismo absoluto. Aunque no es posible regresar la rueda de la historia de manera idéntica al pasado, sí es factible reproducir formas y actitudes propias de un nuevo autoritarismo carismático.

El culto a la personalidad del líder, su infalibilidad, el discurso de los enemigos internos y externos, y la ilegitimidad de la oposición política, conforman la nueva imagen del “presidencialismo absoluto morenista”. A semejanza de su predecesor priista, el lópezobradorismo tiene una gran cantidad de similitudes con el priismo echeverrista, tanto en las formas como en el fondo. Nacionalismo revolucionario, exacerbación de figura presidencial y descalificación de toda critica proveniente de cualquier parte de la sociedad o del extranjero.

Y si a este fenómeno de concentración de poder le añadimos una catástrofe sanitaria pésimamente manejada por la ineptitud de la nueva clase política gobernante, el escenario no podría ser más preocupante.

Todo el poder para el Presidente es la apuesta más peligrosa para un país que vivió largas décadas de absolutismo sexenal y cuya democratización fue ofrecida como una salida que no satisfizo las necesidades de la mayoría de la población. Someterse de nuevo a la voluntad de un solo hombre, nos ubicará otra vez en el terreno de los países carentes de ley, seguridad, y sin posibilidad de avanzar en la lucha contra la pobreza. Todo el poder es sinónimo de fracaso nacional.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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